Época: Ilustr2
Inicio: Año 1750
Fin: Año 1800

Antecedente:
Tradición y nuevos planteamientos
Siguientes:
Racionalismo teórico y arquitectura religiosa en Francia

(C) Delfín Rodríguez Ruiz



Comentario

El canónico y estable sistema de los cinco órdenes de arquitectura, verdadero esqueleto de la tradición clasicista europea desde el Renacimiento, es identificado, críticamente, por los arquitectos franceses como una invención italiana y no clásica. En este sentido, los nuevos descubrimientos arqueológicos realizados sobre la arquitectura griega, tanto en Paestum como en Grecia, son utilizados como un arma arrojadiza sobre la arquitectura italiana y sobre la interpretación vitruviana de los modelos griegos.La tradición clasicista francesa, sin embargo, no está exenta de contradicciones. La "Encyclopédie", al menos, en lo referido a la teoría y a la historia del arte, es una suma de propuestas conflictivas. J. F. Blondel, el ciudadano redactor de los términos de arquitectura, el defensor académico de la manera nacional escribía, en el término decoración de la obra dirigida por Diderot y D'Alembert, que en los interiores de los hoteles y casas rococós franceses "se encuentra la riqueza de los materiales, la magnificencia de los muebles, de la escultura, de la pintura, de los bronces, de los espejos, distribuidos con tanto gusto e inteligencia que parece que estos palacios sean lugares encantados, construidos para la opulencia de la casa por la gracia y la voluptuosida".Lugares encantados en los que cada objeto es diseñado para atender una necesidad placentera y también cada posición o movimiento del cuerpo, desde los espejos a los muebles. Máscaras de una aristocracia que pierde el poder, pero que ocultan esa ausencia. No tardarían en aparecer las críticas a la frivolidad de la rocaille como producto del lujo y como elemento corruptor de la arquitectura. Sin embargo, Blondel, en sus textos para la "Encyclopédie", podía elogiar algunos interiores rococós, en concreto el del Hôtel de Soubise, en cuya reforma y decoración (1734) había intervenido uno de los arquitectos franceses más importantes de la primera mitad del siglo XVIII, Germain Boffrand (1667-1754).Boffrand, discípulo y colaborador de J. H. Mansart, es con Robert de Cotte heredero de la tradición del barroco clasicista francés del siglo XVII, pero, a la vez, es el creador de algunos de los más bellos interiores del rococó y su obra, práctica y teórica, anticipa algunas de las convicciones del clasicismo racionalista francés de los años centrales del siglo XVIII. Podría decirse que, junto a J. F. Blondel, representa fielmente esa relación dialéctica entre el Barroco y la incipiente Ilustración, entre la tradición clásica francesa, el rococó y un racionalismo en el que la función del edificio se convierte en el argumento básico que habrá de decidir tanto sobre la distribución como sobre la ornamentación. Se trata, en definitiva, de una temprana prueba de la multiplicidad de lenguajes a través de los cuales pueden expresarse las nuevas ideas. Es más, en Francia, a pesar de tantas y decisivas innovaciones como se producen durante el siglo XVIII, a lo que no se quiere renunciar de ninguna forma es a las conquistas de la arquitectura del siglo XVII, al clasicismo de la manera nacional. Desde este punto de vista, la arquitectura de Boffrand sirve de vinculación entre la tradición y la innovación. Una innovación que, por otra parte, va a estar basada fundamentalmente en la arquitectura romana, aunque al principio esa recuperación de lo antiguo va a ser criticada. El marqués de Marigny, hermano de Madame de Pompadour, como sobre-intendente de las construcciones del reino, escribía, en 1762, a propósito de algunos envíos de proyectos realizados por los arquitectos franceses pensionados en Roma: "Quisiera que nuestros arquitectos se ocupasen más de cosas relativas a nuestras costumbres y a nuestros usos que de los templos de Grecia".Del Hôtel Amelot de París (1710), con su espléndido patio oval, al magnífico Château de Lunéville (1719) para el duque de Lorena o sus proyectos para la villa de La Malgrange (1712), cerca de Nancy, su actividad recorrió todas las tipologías y todos los problemas teóricos, constructivos y técnicos. En el "Livre d'Architecture" (1745) resume sus ideas y su propia arquitectura, representando en láminas una selección de sus proyectos, casi a la manera de Palladio en "I Quattro Libri" (1570). Se trata de ideas y edificios que quieren ser una codificación de reglas universales y una aplicación práctica de tradiciones nacionales consolidadas. Así, pretenderá aplicar el "Arte Poética" de Horacio a la arquitectura, en una suerte de ut architectura poesis en la que la arquitectura debería identificarse con las reglas de la métrica poética y que tendría en la definición del carácter del edificio una de sus aportaciones más atractivas y de consecuencias más prolongadas, llegando incluso hasta el propio Boullée. Pero no debe olvidarse que también, en un caso, presenciamos un atento estudio de la historia de la arquitectura entendida como depositaria de soluciones modélicas, desde la Antigüedad a Palladio, de Ducerceau a Mansart o Fischer von Erlach, incluida su admiración por la racionalidad constructiva de la arquitectura gótica. J. Garms ha podido caracterizar su arquitectura como classicisme raisonné, lo que vendría a legitimar su inclusión en un epígrafe que pretende describir la arquitectura francesa de la primera mitad del siglo XVIII no sólo como un período de confrontación entre rococó y clasicismo, sino, sobre todo, entre clasicismo, racionalismo y tradición nacional. De hecho, buena parte de los temas tocados por Boffrand serán objeto de meditación constante de la arquitectura de la Ilustración.En su teoría y en su arquitectura, con la insistencia en los principios de comodidad, conveniencia y distribución como conceptos compositivos que aspiran a la universalidad y que, a la vez, son considerados como una específica aportación francesa, se formula una crítica implícita a la arquitectura italiana. Algarotti, el teórico veneciano ya recordado, llegó a hacer célebre su observación de que "algunos no creen que se pueda unir una fachada en el gusto de Sanmicheli o de Palladio con la cómoda distribución de los apartamentos alla francese".